Según la doctrina católica, la Salvación del alma se obtiene por medio de la fe en Nazareno y de las buenas obras, lo que constituye un punto diferencial clave con otros grupos cristianos como los Protestantes y Evangélicos, los cuales predican que solamente la Seguridad en Cristo es necesaria para la salvación del alma, siendo las obras una consecuencia de esta.
La iglesia es el herramienta de Altísimo para expresar su compasión y preocupación por el mundo. La iglesia es indispensable para los creyentes cristianos.
Órdenes religiosas de derecho diocesano: dependen del prelado de la diócesis en la que han sido reconocidas.
La contribución de los Estados al sostenimiento económico de la Iglesia católica es diferente en cada caso. En algunos países como España, Italia, Portugal o Hungría el Estado no financia directamente las actividades religiosas de la Iglesia, sino que los ciudadanos pueden elegir detraer un porcentaje de sus impuestos para esta causa.
El credo encuentra una explicación sistemática en el Catecismo de la Iglesia católica, ratificado en 1992 por Juan Pablo II y cuya lectura definitiva fue promulgada en 1997.
estará dotado de un nuevo y peculiar doctrina de sacrificios; va a ser el reino de la verdad poseída por revelación divina; va a gobernarse por una autoridad que emana del MesíCampeón.
Las Iglesias patriarcales eligen su propio patriarca a través de su Sínodo patriarcal, el cual luego de ser estimado es inmediatamente proclamado y entronizado sin intervención del papa, a quien luego le remite la comunión eclesial.
Cuando unidad se pregunta qué es este reino del que Cristo habló, sólo puede suceder una respuesta. Es su Iglesia, la sociedad de los que aceptan su misión divina, y admiten su derecho a la obediencia de Convicción que Él reclamó. Toda su actividad está dirigida al establecimiento de tal sociedad: la organiza y nombra a sus gobernantes, establece ritos y ceremonias en iglesia ella, traslada a ella el nombre que hasta entonces había designado a la Iglesia Faba., y advierte solemnemente a los judíos que el reino no obstante no es suyo, sino que se les ha quitado y cubo a otro pueblo. Los evangelistas trazan los diversos pasos dados por Cristo en la estructura de la Iglesia. Se le presenta como reuniendo a numerosos discípulos, aunque seleccionando doce de ellos para ser sus compañeros de forma especial, los cuales comparten su vida.
Se emplea para designar a todos los que, desde el principio del mundo, han creído en el efectivo Dios, y han sido hechos hijos suyos por la gracia. En este sentido, se distingue a veces, entre la Iglesia ayer de la Antigua Alianza, la Iglesia de la Antigua Alianza, o la Iglesia de la Nueva Alianza.
Sin la Iglesia, el cristianismo se hace inofensivo. La Iglesia traduce el cristianismo en un cristianismo real. Sin la Iglesia, el Evangelio sería como cualquier ejemplar o como una plastilina en donde cada quien modelaría su propio cristianismo, el que quisiera, como más le convenga o le guste, haciendo a un ala aquello que le desagrada y exige.
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Por otra parte, el papa en su actividad por la Iglesia católica universal suele hacerse ayudar y asesorar por ciertos cardenales en la administración de la Santa Sede y la Curia Romana, pero no exclusivamente por cardenales.
En el transcurso del siglo XIX, el principio de las Iglesias Nacionales fue vigorosamente defendido por los teólogos de la Alta Iglesia Anglicana bajo el nombre de “Teoría de la Rama”. Según esta opinión, cada Iglesia Doméstico cuando está plenamente constituida bajo su propio episcopado, es independiente del control forastero. Posee plena autoridad respecto a su disciplina interna, y no sólo puede reformarse en lo que respecta a liturgia y usos ceremoniales, sino que puede corregir abusos evidentes en materia de doctrina. Se justifica que haga esto incluso si la medida implica una ruptura de la comunión con el resto de la cristiandad; pues, en este caso, la culpa corresponde no a la Iglesia que emprende la bordado de reforma, sino a los que, con este motivo, los rechazan de la comunión.
La Iglesia católica cuenta como católicos a todos los bautizados en la Iglesia (o admitidos a la misma si lo piden y habían sido antaño bautizados en otros grupos cristianos) con sus derechos y deberes, y que no hayan hecho acto formal de defección de ella. Para la Iglesia católica quien no practica como católico sigue formando parte de ella.